Adviento 2014: “Pedí a la Santísima Virgen que me enseñara lo que era necesario que yo pidiera con fe viva”

29.11.2014 01:29

Preparar la Navidad es una necesidad, un anticipo y una verdadera alegría. Nos vamos preparando desde tiempo antes buscando los adornos, desempolvando el árbol, elaborando los dulces; y un largo etcétera de cosas simbólicas y reales que van marcando aquello que vamos a celebrar con profunda alegría. Al llegar el período vacacional, no es para nosotros un mero tiempo de descanso, como puede serlo en verano, sino que lo convertimos en la fiesta de la familia y de los amigos. Es el tiempo de estar junto a aquellos que forman nuestro núcleo familiar, de disfrutar de los amigos de una forma más entrañable, incluso de añorar un poco a los que ya no están físicamente junto a nosotros. Sin duda, todo un espacio de tiempo que necesita de preparación hacia afuera.

Igualmente, la Navidad necesita de una preparación hacia “adentro”. Nada nos distinguiría de las demás confesiones religiosas sino tuviésemos en cuenta esta necesidad de profundización interior y exteriorización de la fe. El Adviento es el tiempo propicio y necesario para esa búsqueda interior y antesala de la verdadera fiesta.

Comenzamos así el Adviento con una llamada urgente: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento”. Una llamada que hay que entender bien, pues no se trata de una apelación al miedo o al temor del fin de la vida o de otras catástrofes cinematográficas.  Nada más lejos de la realidad. La llamada de Cristo es una llamada a estar preparados, estar en vela para esperar su venida a nuestra vida, en el aquí y el ahora de la realidad cotidiana de cada uno de nosotros. Es una llamada a la conversión, la búsqueda de la reflexión personal para volver a enderezar nuestros caminos hacia Él, nuestra mirada hacia su corazón y nuestra acción a su testimonio. Es una llamada a la alegría, la alegría del que se sabe testimonio de Cristo vivo y permanente en cada acción y momentos de nuestra vida. El apóstol Pablo, en la segunda lectura de este domingo, nos aclara en que consiste el “estar preparados” y porque es urgente y necesario: “Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo”. En cada uno de nosotros se ha probado y se sigue probando el testimonio de Cristo: el testimonio del Amor, la Esperanza, la Vida y la Entrega. El Adviento no es un tiempo triste, sino alegre; no es un tiempo de penitencia, sino de Esperanza verdadera. El Adviento es Alegría, alegría en Aquel que sabemos que está por llegar una vez más; que está llegando, como siempre, en cada suspiro. El Adviento es tiempo de pedir a Dios, pero de hacerlo que lo hace santa Catalina Labouré: “Pedí a la Santísima Virgen que me enseñara lo que era necesario que yo pidiera con fe viva”. Solamente así podremos descubrir, junto a María, la importancia del estar preparados al que nos urge Cristo. Comencemos este Adviento con la mirada y el corazón puesto en Aquél que sabemos que está pronto a llegar.

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día,

mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

“Es un pueblo de corazón extraviado,que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso.”»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Pedro